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Las redes de Pandora

Las redes sociales han cambiado estructuras de comunicación, tanto vertical, circular o de retroalimentación por la comunicación horizontal.

“Las redes sociales son la nueva caja de Pandora que hemos destapado dejando descubiertas sorpresas y novedades.  Ahí radican las desgracias y alegrías, las vanidades y prejuicios, los temores y adicciones de nuestro tiempo”

“Han cambiado estructuras de comunicación, tanto vertical, circular o de retroalimentación por la comunicación horizontal. Ya no es de uno a muchos, sino de muchos a muchos lo que ha ocasionado un congestionamiento en lo que hace años llamábamos autopista de la información”

Las redes sociales son una caja de Pandora que han destapado desde lo más primitivo hasta lo más excelso del ser humano, de los sentimientos más soterrados de discriminación, -solapados en el anonimato- hasta la censura irracional e intolerante. Esto es parte del remolino en el que volamos. 

Todos hemos escuchado alguna vez el término de Pandora, en referencia al momento en que se desata una serie de calamidades. Aunque el nombre de Pandora obedece a la mitología griega, el significado proviene de dos términos: pan, que se refiere a un todo o totalidad y dora, de donar o regalos. La caja de Pandora vendría a ser cuando se destapa una caja que contiene dones o regalos, por lo general malos, aunque en el fondo yace la esperanza. Por eso, se dice que la esperanza es lo último que queda.

El origen de la caja de Pandora en la mitología griega explica cómo los humanos se volvieron mortales y cómo los males fueron depositados en la humanidad. Según la mitología griega, el titán Prometeo provoca la furia del dios del Olimpo Zeus al dar a conocer el fuego al hombre. Esa mitología involucraba a los hombres con los dioses en una cohabitación de donde resultaban nuevos seres.

El fuego era solo para los dioses, pero por la “desobediencia” de Prometeo, Zeus convocó a todos los dioses para que cada uno entregara una de sus virtudes para crear a Pandora y también, entregaba una desgracia para ser guardado en lo que se llamaría la “caja de Pandora”.

Pandora libera las adversidades

Eso conformó la llamada caja de Pandora que fue enviada junto a la tierra de los hombres para seducir a Prometeo. Debido a su curiosidad e ingenuidad Pandora abrió la caja en la tierra de los hombres dispersando los males que los dioses tenían guardado ahí, incluyendo enfermedades, muerte, hambre, angustia, entre otros. Cuando Pandora se percata lo que está sucediendo trata de cerrar la caja antes que salga todo encerrando en el fondo a la esperanza.

Este mito nos remite a que la humanidad está expuesta a desgracias o calamidades y a veces, que de manera imprevista se pueden desatar sorpresas o calamidades, según se le vea.  

Las redes sociales son la nueva caja de Pandora que hemos destapado dejando descubiertas sorpresas y novedades.  Ahí radican las desgracias y alegrías, las vanidades y prejuicios, los temores y adicciones de nuestro tiempo. Son el centro de entretenimiento todo terreno y 24/7, nuevos afanes y refugio de soledades. Son un gran respaldo y auxilio, pero también es una nueva dependencia adictiva.   

Somos testigos, protagonistas y víctimas de una revolución digital y todo cambio radical viene acompañado de ventajas y desventajas.  

Los que estudian prospectivas ya habían advertido que estamos en la tercera ola, después de haber pasado por la ola agrícola y la industrial; hoy estamos en la tecnológica, que hipotéticamente, debería corresponder también a una sucesión de tres fuentes de poder: el músculo, el dinero y la mente que generan, respectivamente, violencia, riqueza y conocimiento.

En la era del conocimiento, la tecnología es una de las principales características por la creación de herramientas inspiradas en nuestros sentidos y facultades del organismo. Los medios de comunicación son extensiones de los sentidos que nos amplifican el contacto con la realidad, pero también, paradójicamente, nos limitan o alejan de los hechos de manera directa. 

Pero la tecnología digital fue más allá, para facilitar nuestro trabajo, disminuir el esfuerzo, ahorrar energías y multiplicar las utilidades. Indudablemente son algunas de las grandes ventajas que disfrutamos y nos beneficiamos. 

Sin embargo, debemos ver la otra cara de la moneda. El mundo digital está basado en el lenguaje binario, a base de solo dos principios: unos y ceros, que nos lleva hasta infinitas posibilidades de combinaciones, lo que ha permitido la incursión de este neolenguaje en prácticamente todas las actividades en lo que se llamó internet 1.0. 

Luego, con la versión 2.0 entramos a lo que conocemos como redes sociales e inició una nueva forma de comunicación. Ahora estamos en el internet de las cosas, o inteligencia artificial, que es donde se puede vislumbrar un desplazamiento del homo sapiens.

Las redes sociales han cambiado estructuras de comunicación, tanto vertical, circular o de retroalimentación por la comunicación horizontal. Ya no es de uno a muchos, sino de muchos a muchos lo que ha ocasionado un congestionamiento en lo que hace años llamábamos autopista de la información. 

La comunicación horizontal de las redes ha dado, por lo tanto, el resultado de una censura horizontal: enjuiciamos, discriminamos y violentamos a los que piensan diferente, sin mayor argumento que imponer la opinión o prejuicio como verdad. 

La mensajería WhatsApp o Facebook, muchas veces se convierten en cesta de serpientes y rumores. Y ahí estamos inmersos en grupos de todo y para todo incubando falsas noticias, desinformación y lo más aberrante de nuestro tiempo: la llamada posverdad, que no es la verdad, ni más allá de la verdad, sino es el mejor elogio al relativismo, que significa que la verdad para mi es lo que pienso y arrojamos a la verdad a una simple alternancia de otros hechos. La posverdad la hemos convertido en suplantación de la verdad, montando la percepción por encima de la realidad, en una contradicción inédita de lo que no es, por sobre lo que es.

Si bien, la mentira no es nueva, ahora se ha potencializado por las herramientas digitales, o sea, las redes sociales, por el abierto acceso y sin regulación a cualquier dispositivo tecnológico, por la inmediatez y sobre todo, por mucha superficialidad.

Hay una gran confusión: la verdad se confunde con la opinión y ahora vivimos una verdadera opinocracia, una dictadura de la opinión, contra la veracidad.

Antes, la mentira se identificaba como mentira, luego se confundía con la verdad, y ahora, ya no importa la verdad. Simplemente la verdad ha desaparecido para dar paso a esa posverdad, que le da la vuelta a la realidad y acomoda las cosas a su gusto.

Es importante precisar que las redes sociales no son buenas o malas. Es lo mismo que pasa con internet o con la televisión: son medios o plataformas creadas por el hombre para su servicio. El problema empieza cuando en lugar de que nos sirvan, nosotros les servirnos a las redes. O en lugar de que estén a nuestra disposición, nosotros estamos siempre disponibles para las redes. 

Este es uno de los motivos de reflexión en La Censura Horizontal* en tiempos de tecnologización de la vida pública que nos ha conectado, más no relacionado, como humanos, sino que, cada vez, incurrimos más en la tentación de convertirlas en la gran hoguera del siglo XXI, en el gran jurado universal que ejerce una nueva forma de censura con un sistema de vigilancia y silenciamiento entre nosotros mismos.

Unas redes sociales donde no solo hay un juez, sino todos son jueces. Todos condenan y sentencian. 

Por *CONTRERAS, Javier, (2021) La Censura Horizontal. El nuevo tribunal digital, ed. Penguin Random House, col. Taurus, México

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